Imágenes, imágenes

Una imagen vale mucho más pero que mucho más que mil palabras; al menos en nuestra cultura y precisamente en estos días en los que celebramos al Libro, con mayúsculas, y recordamos a aquel manco capaz de crear la historia más notable que un ser humano haya imaginado jamás, aquel buen y desgraciado don Miguel; pues bien, estos días han sido y siguen siendo de imágenes; por cierto, espero a todos los movimientos feministas y los chicos y chicas de la subvención montando el pollo por la foto de portada de un diario muy conocido, referencia de progresía, que nos ofrece los traseros de Leticia y Carla; claro, como sus fotógrafos no tenían material de frente o perfil, pues nada, nos vamos a una imagen de alto interés documental. Nadie dirá nada, la ley del embudo, ya se sabe.

El nuevo-viejo gobierno central se ha puesto de fotos hasta “las cejas” pero no ha conseguido con tan intrépido ejercicio evitar que lleguemos a los cuatro millones de parados; cifra que nunca se alcanzaría según el Ministro de Desempleo y Paro, ese señor con tanta preparación que se permite reñirle al Director del Banco de España; oiga, puesto por Rodríguez, qué pasa ahora, que pica, pues ya sabe, el que se pica ajos come.

Otra foto es la de la vice de la vice, que aquí vice no hay más que una, suplicando entrar en el G-20, así como arrastrándose llorosa delante de los poderosos, es que nos va la vida en ello, no digo yo que no esté bien pertenecer al G-20 pero hasta el extremo de hacer este ridículo, pues tampoco. Esta señora es muy pero que muy peligrosa, es una conversa que quiere llevar a la hoguera de su inquisición particular a los fumadores y a los bebedores de buen vino; no quiero ni pensar qué haría con nosotros, los gordos adictos a la buena mesa; mejor que no lea la narración que del Auto de Fé de la Plaza Mayor, en época de Carlos II, hace Antonio Enrique en su última novela, “La espada de Mimaramolín”, que aprovecho para recomendar.

Del vice de la vice de la vice, Chaves Manuel, mejor no hablar, no existe, ni se le espera, como siempre, como corresponde a su natural impetuoso, no es ninguna novedad en un don Tancredo tan experimentado.
Más imágenes, el viejo, no me refiero a la edad cronológica, es una valoración política, que quiere ser nuevo presidente de aquí, no cuela, no cuela, es de recordar cómo dejó la tasa de paro, cómo quedó la Caja de la Seguridad Social, cómo fue el creador de los contratos llamados temporales pero en realidad basura, cómo es responsable de la gobernación o desgobernanza de los último años con su amigo el que sigue mandando desde Madrid, su compadre. Mucho pagarse de culto pero la cultura se demuestra y no con alguna frasecilla en la tribuna, gobierno o desgobierno, más de lo mismo, no cuela, no cuela.

Que me respeten, claro que sí, faltaría más, todo mi respeto para su persona como para cualquiera, pero abandonar el partido en el que se milita para pasarse a otro sin previo aviso, abandonar la alcaldía con lágrimas en los ojos, lágrimas de cocodrilo digo yo, porque nadie le ha puesto una pistola en el pecho para irse de Consejera, merece que se la llame por su nombre y muchos militantes de IU la habrán calificado de traidora a la persona y traición a la acción. La jugada hay que reconocer que ha estado muy bien diseñada. Es la única persona con nombre en IU, nos la llevamos y así nos llevamos también unos votos que se pueden transformar en escaños y de esta manera neutralizar al PP-A. Doña Rosa, empiece por respetarse usted.

Francia y su “grandeur”, un presidente que nos mira con la misma condescendencia que Merimée, un monarca agradecido, una modelo que canta bastante regular tirando a mal, eso sí, con mucho estilo, una princesa consorte muy lánguida y una reina rotunda, triunfadora en su traje rojo; mucho les queda a las dos jovencitas para alcanzar el estilo, el aplomo, la elegancia aprendida de la nieta del káiser Guillermo II. Nada, doña Sofía, ha dado usted un ejemplo de que la realeza no se improvisa, a lo más, las jóvenes han dado imágenes edulcoradas y un tanto cursis.

No, que no, que no es Cánovas

Los seres humanos tenemos tendencias, formas de expresión, maneras de ver las cosas que se manifiestan por medio de las opiniones, las de cada uno. Se afirma que en España o se va delante del clero llevando los cirios, o se va detrás de ese clero dándole en la cabeza con esos mismos cirios, es una manera de ejemplificar cierta tendencia al extremismo que, como en los movimientos pendulares, lleva de las posturas más tradiciones y conservadoras a las supuestamente más modernas sin solución de continuidad. No creo demasiado en los tópicos pero en ellos, pese a su visión deformada, existe algo de verdad en la mayoría de los casos.

El presidente Rodríguez ha decidido remodelar su gobierno, viene el pelo aquello de que “a la fuerza ahorcan”, no le quedaba otra. Un año después de las elecciones y el ejecutivo haciendo aguas por todas partes. Rodríguez es un presidente para épocas de mucha, mucha, mucha bonanza en las que no tenga que hacer nada más que sonreír y decir naderías con esa estulticia verbal que los dioses le han dado. Él no puede hacer frente a los problemas, no está en su naturaleza leve, él es un posmoderno que desconoce el sentido del término, un culisilente durante muchos años en los que fue afilando cuchillos para su venganza particular.

Ahora anda sonado, perdido, adulado por su camarilla tan perdida como él. Las cosas se han puesto muy feas, lo negaba, mentía, pero la realidad es tozuda y aquí están millones de parados. Solución, más deuda, hasta reventar, después de mí, el diluvio.

En esta remodelación, mejor crisis, ha sido cesada Magdalena Álvarez, que ocupó la cartera de Fomento, y a la que por adelantado expreso mi respeto personal. La ministra, pues conserva el tratamiento de manera vitalicia, ya es uno de los retratos de malagueños – uso el sustantivo genérico para no empezar a pegarle patadas al idioma; de manera que entienda el lector que digo malagueños y malagueñas – que forman la galería de los paisanos que han llegado a ser ministros a lo largo de la historia.

No es este un artículo político en sentido estricto y no voy a entrar en el análisis de su actuación al frente del ministerio; lo que está claro es que ha servido fielmente a Rodríguez pues, además del trabajo desarrollado, ha sido objeto de infinitas chanzas por su modo y manera de ser y de expresarse, con lo que el foco de las críticas le ha dado de lleno, tan de lleno que se ha ido quemando en estos años.

Una vez cesada se han publicado artículos y se han emitido opiniones por docenas; como es natural al tratarse de una persona de la vida política estas opiniones han sido para todos los gustos; desde las críticas más duras a los panegíricos, nada, lo normal, lo de siempre. No obstante, me ha llamado la atención de que se la compare con Antonio Cánovas del Castillo y que, poco menos, que se haya afirmado que la ciudad existe gracias a su gestión. Nadie razonable puede creerlo sin reír. La labor de un ministro es acabar lo empezado e iniciar lo programado, amén de aprestarse a nuevas empresas. Repásense las hemerotecas y se verá con la fiabilidad de las fechas que los proyectos que se atribuyen en exclusiva a su gestión tienen precedentes y coautores, lo que sucede es que la memoria es flaca, demasiado.

Desde el respeto que he expresado más arriba y que reitero, comparar a Álvarez con Cánovas es una barbaridad inimaginable para cualquiera que tenga conocimientos sobre el “Monstruo”, como lo llamaban por su extraordinaria capacidad oratoria, intelectual de primera fila, historiador eminente, el gran especialista en los austrias menores, el político español más importante del siglo XIX con diferencia, no seguiré porque escribiría un libro. Las ciudades suelen ser madrastras pero Málaga ha sido justa con Cánovas y su retrato preside el Salón de Espejos del Ayuntamiento, así como nos honramos con su estatua. Establecer comparativas con lo hecho en Málaga por Cánovas y por Magdalena Álvarez con más de un siglo de distancia es inadmisible desde todos los puntos de vista.

Bueno es tener ministros de la tierra y políticos que estén en las cocinillas del poder pero las cosas en su lugar porque de lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso. Estoy seguro de que a Magdalena Álvarez no se le ha ocurrido nunca compararse con Cánovas del Castillo, que lo hayan hecho otros, pues nada, a leer la biografía del creador de la Restauración del profesor Elías de Mateo, que está muy bien escrita y se aprende mucho; al fin y a la postre es sólo un problema de cultura.