El debate

Se celebró el debate y cada uno se ha podido formar su opinión, directamente no muchos, la verdad, porque no creo que multitudes se hayan lanzado a los televisores y a las radios. La opinión se ha formado a partir de los resúmenes y de los artículos de opinión a los que quiero contribuir humildemente.

El punto de partida de todo debate es la realidad, los datos objetivos son tozudos aunque se puedan falsear o diluir en la realidad imaginada, en ese mundo de Alicia en el que vive de manera interesada el presidente. No niego su optimismo enfermizo, no niego su negativa a aceptar las malas noticias, incluso puedo admitir, que ya es admitir, que sea genético aunque esta bondad se compadece mal con su sectarismo, su prepotencia y su afán, poco democrático por cierto, de aislar al principal partido de la oposición, ni más ni menos que a la mitad, cuanto menos, de la sociedad española.

Los datos son negros, cuanto menos muy oscuros. El prestigio de España en el exterior es inexistente y estos años no se pueden presentar como modelo de buen gobernar. Rodríguez ha tenido como columna vertebral de su actuación; por una parte, el oportunismo de apoyarse en los grupos minoritarios en cada momento, en los más radicales que son los que mejor le van a su manera de pensar, por otra, el mensaje vacío, buenista, halagador y adormecedor que esconde las dificultades, las tragedias de millones de personas.

El problema es que esa realidad a la que me refería al principio ha dejado a Rodríguez con las vergüenzas al aire. Al principio la crisis no existía, después jugó con las palabras y, por último, se lanzó a una carrera hacia ninguna parte con tal de ganar tiempo. Esta es la clave, aguantar cueste lo que cueste, ya nos sacarán otros, ya tirarán otros, y en el momento en el que pueda dar el dato de la creación de un empleo, uno solo, creerá que ya está salvo y volverá a lo de siempre, al chalaneo de la “geometría variable”, a la sonrisa y al aquí no pasa nada, descansad y no penséis. Tampoco puede hacer mucho más porque lo que es gobernar y tomar medidas, aunque estas sean impopulares, ni de lejos.

En estos momentos el presidente se ha vestido de blanco y espera cual don Tancredo que el toro no lo enganche. El presidente necesitaba algo más que el hieratismo porque la charlatanería no es suficiente y la sonrisa se le ha quedado hecha mueca y para mayor inri la presidencia europea es un ridículo permanente y qué hacer. A alguien se le ha encendido la bombilla, un pacto, un pacto de todos y así el abrazo del oso será inocente en apariencia y el que acepte, salvo los nacionalistas y los radicales a los que se les da lo que pidan; es decir, el PP caerá en la trampa y serán aliados en el desastre con lo que su desgaste está garantizado. Sube Rodríguez a la tribuna lanza el mensaje: Mirad, oh pueblo, el PP no quiere “arrimar el hombro”, sólo desea la ruina. Mirad, oh pueblo, soy bueno y tiendo la mano pero nada de nada, ni poniendo ojitos tiernos, no aceptan.

¿Quién puede creer a estas alturas al esperpento de un gobernante?

Rajoy, lo menos que se puede decir de su intervención es que representa la dignidad, la honradez y el futuro. Superó a Rodríguez con largueza, transmitió seguridad y mostró y demostró que podemos salir de esta pesadilla que está durando demasiado tiempo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡¡¡¡Pa pesadilla la de ahora!!!!

Anónimo dijo...

Rajoy honrado?? y que trasmite seguridad?? y que vamos a salir de la crisis con el?? ojala pudiera creermelo