La traducción simultánea

Y llegó julio y un manto de aparente relajo dominará la vida cotidiana; muchos inician sus vacaciones y otros se ponen a medio gas, o a cuarto de gas, pero la actualidad nos sigue deparando momentos gloriosos que nos llevan a la risa y también, sin duda, al bochorno.
El maestro Mingote ha renunciado a hacer su colaboración en ABC el día 28, domingo. Se dibuja a sí mismo dando un paseo con las manos en los bolsillos del pantalón y el lápiz enfundado en el de la camisa, huérfano y desamparado, lápiz sin su cotidiana ración de ingenio. El texto lo aclara todo y merece la pena reproducirse: “La imagen de un ministro del gobierno español escuchando a través de auriculares la traducción del discurso de un parlamentario español en el Senado de España es tan ridícula, grotesca, sandia, estrafalaria y estúpida que no hay la menor posibilidad de hacer una caricatura que la supere”. No tiene desperdicio, como siempre.
Son cinco los calificativos que utiliza el artista y se queda corto pero el espacio es el que es. Ya sé que los argumentos de autoridad no están de moda, al contrario, y que como en la novela de Márai, es la hora de los necios y de los que no están preparados para nada, es la hora de la conjura de los incapaces, es la hora de la gran novela de Kennedy Toole pero sin su humor. Es espantoso estar en manos de indigentes intelectuales que están llevando a la nación a la ruina. Nos vamos a enterar el año que viene cuando nos suban los impuestos del IRPF, nos vamos a enterar y mientras, a despilfarrar.
Desde hace años se celebra una sesión en el Senado con luz, taquígrafos y traductores. En principio, si se tratara de reconocer la existencia y vitalidad de las lenguas vasca, gallega, catalana y valenciana, no voy a entrar en la polémica del catalán y del valenciano porque sería muy largo, no estaría mal; si se tratara de ensalzar la riqueza lingüística de España, vale, todo lo que sea dar lustre a las lenguas sea bien recibido, reconociendo, sin dudas ni vacilaciones, que el español es la única lengua común y la que se usa en todo el territorio, mal que les pese a algunos, la que nos une, la que es obligatorio conocer y enseñar sin trabas ni limitaciones en toda España.
Por desgracia esta sesión del Senado en el antiguo edificio, con su magnífica colección de pintura y su soberbia biblioteca, no tiene este sentido; para la mayoría es como una revancha, como un te vas a enterar, aquí estamos en plan de igualdad, beligerantes, dispuestas a acabar con el imperialismo de la lengua de Cervantes. Esta hostilidad es la que hay que reprobar, la que hay que rechazar enérgicamente sin concesiones a posibilismos de situación. En determinadas cuestiones no se puede ni se debe ser débil o, lo que es peor, memo o, lo que es peor, oportunista.
La lengua española, lo he escrito muchas veces y nunca me cansaré de hacerlo, no se impuso, se extendió, y lo hizo de manera natural, con el consenso más alto que se puede tener, el del uso libre de los hablantes que, en muchos casos, eran y son bilingües sin traumas de ninguna especie. Sólo en breves periodos algunos descerebrados se han opuesto al uso de las lenguas particulares de las regiones españolas; insisto en la escasa cantidad de cerebro de quien así piense, escasez sólo superada por los que impiden que se enseñe español en libertad.
El drama ha sido ceder ante la reescritura de la historia de las lenguas dentro de la reescritura general de la historia. Esas regiones sojuzgadas, esclavizadas, sometidas la imperio de los españolistas, pobrecitas mías, empezaron a sacar cabeza del pozo hace bien poco y enfrentándose a los gobiernos que le han puesto todas las trabas habidas y por haber. La sarta de mentiras se ha convertido en doctrina oficial en una España donde se estudia el riachuelo más pequeño de la nacionalidad o comunidad pero no se enseña a todos el río Ebro. El proceso ha sido lento y seguro. El daño está hecho y será muy difícil llevar oxígeno y verdad, sobre todo, verdad, a las nuevas generaciones, felices en su ignorancia. No hay que desesperar, las medidas tomadas en Galicia son esperanzadoras y confío que en el País Vasco se vaya a la normalidad; no lo creo en Cataluña. No hay cosa peor que un acomplejado como responsable del gobierno, complejo doble, de ignorante y de emigrante, resultado, un converso, peligrosísimo, como se comprueba día a día.

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