Una pregunta

En una tertulia de hace pocos días planteé una pregunta retórica referida a los Presupuestos Generales del Estado en particular y a la política económica en general: Si todos los expertos de prestigio y todas las instituciones económicas coinciden en que la política económica de Rodríguez está equivocada, qué le mueve a seguir adelante.

Creo que la respuesta a esta pregunta es importante en el actual contexto de desempleo, caída del consumo, incremento desorbitado de la deuda pública, crisis en suma. Sabemos, porque ya llevamos un quinquenio de declive general, que Rodríguez no se caracteriza por su humildad. Es un ejemplo acabado de sectario; es decir, persona fanática e intransigente de una idea. El fanatismo no admite matices, es estólido, es incapaz de aceptar el error, esa posibilidad no existe en su estructura mental y Rodríguez une a lo anterior el populismo más primario pero efectivo a la hora de vender una realidad que es un placebo, y funciona de la mano de los domesticados medios fieles y serviles al gobierno.

La política económica del ejecutivo, según el gobernador del Banco de España, nombrado por el gobierno por cierto, gasta más del cincuenta por ciento de lo que ingresa. Esta evidencia tiene un nombre, ruina, estamos instalados en la ruina y Rodríguez convencido de que hace lo mejor. Es muy peligroso tener de presidente del gobierno a un mesiánico de ignorancia oceánica. ¿Todos los expertos están equivocados? No por cierto, pero tampoco hay que pensar que Rodríguez no tenga sus planes.

La palabra social es la clave, el mensaje muy sencillo. Con la derecha cavernícola los pobres serían mucho más pobres, con el PP el paro sería infinito; sin embargo, aquí estamos nosotros se dirá a sí mismo, en la soledad de ese palacio gafado que se llama Moncloa, el nieto de Pablo Iglesias. Todos están equivocados menos yo, el único que sabe lo que le conviene a…, cómo se llama, me lo sé cuando tengo que hablar en público, pero aquí, en privado, en este silencio, no, no me acuerdo, es una palabra que no me sale, es el nombre del país, vade retro, lo de nación.

La palabra social es el principio y el fin, estamos con los pobres, los descamisados, por eso vamos a subir los impuestos. Oiga, que el IVA lo pagamos todos. Imbécil, no me venga con tonterías, no me estropee la foto paternalista de presidente experto en “pobreza controlada”, el IVA y lo que haga falta subo yo, menudo soy. Los pobres, los pobres, esos son mis votantes, esos mis fieles, yo los acaudillo, yo los comando, los dirijo, yo, yo, yo…

Nada de bajar impuestos, nada de plantearse reformas consensuadas del mercado laboral, nada de incentivar el trabajo, el esfuerzo, nada de eso, tranquilidad, serenidad, subvención, papá Estado, papá Rodríguez, que no se puede comer en chiringuito, pues se come en la arena un bocadillo de algo pero sin trabajar, esa es la cultura que impulsa este gobierno y este sistema educativo que, por supuesto, ni es sistema ni es educativo.

Rodríguez piensa que ya tirarán los demás, que ya nos sacarán del pozo esos países tan lejanos a sus planteamientos políticos, que hasta 2012 queda tiempo, eso, tiempo, boqueando fuera del agua resiste con inyecciones de demagogia, aguantar y me recuperaré, esa es la explicación a la pregunta inicial.

Ningún especialista, salvo los de la corte que le rodea y le adula, cree en los presupuestos presentados como motor de una recuperación imaginaria, nadie cree en las medidas de parche presentadas como remedio al paro galopante. Todo se fía al trabajo de los demás, al de los otros países europeos. Creo con toda convicción que hay que remontarse a Fernando VII para encontrar semejante cúmulo de desastres e incapacidad en un (des)gobernante.