Ponerse las tetas, Aído, dixit

Vivimos en el estúpido e hipócrita reino de lo políticamente correcto y se ve muy mal usar el idioma con propiedad y justeza. Por ejemplo, veamos unas palabras para precisar el significado que quiero utilizar en este artículo: botarate, mema, ignara, frívola, cursi y pija.

Botarate: Persona de poco juicio.
Mema: Tonta, mentecata, simple.
Ignara: Que no tiene noticias de las cosas; añado, ignorante.
Frívola: Insustancial.
Cursi: Persona que presume de fina y elegante sin serlo.
Pija: Persona que en sus modales, lenguaje y vestuario, manifiesta gustos propios de la clase acomodada; añado, a la que pertenece de sobra.

Estos son los significados precisos en los que me voy a mover y quiero advertir que no son insultos, son palabras que sirven para describir. Las uso con esa función exclusivamente y desde la sencilla evidencia del comportamiento público de una persona dedicada a la política y, en consecuencia, sometida a la valoración y a la crítica. En este caso no me interesa para nada la persona como tal, me interesa lo visible, lo evidente, su actuación pública.

En todo ¿gobierno? Es necesario que haya ministros – cuando es necesario usaré el masculino genérico, recuerdo que las palabras tienen género y no sexo, cosa diferente es el uso sexista del idioma, pero claro, para saber esto, lo primero es saber y lo segundo es no ser demagogo – que se definen por ser incompetentes en la gestión y que dan materia, mucha materia, para la broma y el chiste. Rodríguez lo sabe muy bien, es experto en tretas y mañas de trilero; precisamente, por eso mantuvo a Moratinos, aunque con menos gas, y nombró a Aído, la estrella emergente del ¿gobierno? No son nombramientos gratuitos, es necesario desviar la atención, ahora más que nunca, del tema importante de verdad, la tragedia de más de cuatro millones de parados. Son necesaria ocurrencias para que los medios de comunicación se demoren en la actualidad hilarante y caricaturesca cuanto trágica porque dan idea del nivel, vaya nivel el del personal.

Procede de la recia estirpe del Clan de Alcalá de los Gazules, tuvo un ambiente familiar donde la política fue el centro y de la mano de su padre aterrizó en la res publica. La conocí como delegada de cultura de Cádiz y todavía está esperando la comisión de cultura del parlamento de Andalucía un video que nos prometió; en consecuencia, poco hay que fiarse de sus compromisos, por mejor decir, no hay que fiarse nada.

Después, la inefable consejera Rosario Torres, superviviente neta de los cambios de gabinete, no por su capacidad, sino por la carambola de que la misma Aído, que iba a sustituirla, fuera nombrada ministra, y ahora, porque a Rosa Aguilar le ha parecido la cultura poco pago para tan alta traición, vino en nombrarla responsable de ese ente misterioso, como todos los de la Junta, dedicado al Flamenco. Premió de inmediato a su pandilla con cargos de confianza y organizó un muy caro festival de flamenco en Madrid, lista que es, en las mismas fechas que otro de gran tradición. Fue ruinoso y con poquísima asistencia de público. Es que vale un potosí o dos.

Su padrino, Manolo, el Mejor Padre, se la presenta a Rodríguez y este la ficha para el ministerio de Igual Da y la lanza a la arena para que se la coman los leones. Como la ignorancia es atrevida, Aído se lo cree y se lanza.

La ministra levanta el mentón con la suficiencia que da la soberbia, mira retadora a la cámara, está encantada de haberse conocido y pontifica: las adolescentes pueden ponerse tetas y, en coherencia con la postura socialista, esas mismas adolescentes pueden abortar sin conocimiento de sus padres. En el cerebro de la ministra se establece un paralelismo perfecto; es lo mismo ponerse tetas que abortar. Días de gloria nos está dando Aído. No es menester que haga más comentarios.

Una vez examinadas las palabras que elegí y vistos los hechos, con indiscutible propiedad léxica y con clara incorrección política, vengo en describir a Aído, como un preclaro ejemplo de botarate, mema, ignara, frívola, cursi y pija. He de reconocer que han conseguido lo que se pretendía, que no se hable de los millones de parados, esto es lo triste y lo despreciable.

Prometo lo que haga falta

Llegado que hubo Rodríguez a la provincia de Sevilla, la nueva Roma de Cervantes, fue aclamado con pífanos y atambores muy de rojas telas revestidos. Sus secuaces le hicieron camino de honor y gloria que esmaltaban miles de pétalos de rosas rojas y todo era rojo, muy rojo, que es el color único del pensamiento único, aunque a muchos otros nos guste tan bello color, pero como no comulgamos con la misa laica no tenemos derecho a disfrutar de color tan encendido y apasionado según los administradores de la justicia universal y pontífices de la alianza de civilizaciones que, por otra parte, tan cara en euros nos sale.

Rodríguez el Iluminado, el culisilente, el demócrata a la fuerza, se crece entre sus fieles y se lanza por la pendiente del discurso, oídle: En Andalucía se iniciará el nuevo modelo económico. Y se queda tan fresco, tan desahogado, tan oreado, tan tranquilo, tan contento, pensando para su coleto, una mentira más qué importa, si ni yo sé qué es eso del nuevo modelo económico, pero todo sea por el abuelo.

El vice de la vice de la vice permanece, como siempre, impávido, a él que más le da lo que diga el fogoso líder si él ha conseguido permanecer en el poder sin moverse y sólo con jarabe de subvención y grandes y muy costosas campañas de publicidad llenas de palabras mentirosas y vacías. A ver si Griñán lo iguala, no, imposible, nadie maneja los tiempos de la nada como servidor.

Andalucía es la primera en el paro, la primera en fracaso escolar, la primera en destrucción de empresas y la primera en triunfo de la demagogia. ¿Quién se puede creer a estas alturas de la tragedia lo que diga el ignaro presidente? Muchísima gente y por razones muy diversas.

Una, que parece sacada del baúl de la tatarabuela, el PSOE es el partido de los obreros, de los campesinos, es la izquierda, frente a un PP de señoritos que se pasan en día en sus latifundios montados en caballos de pura raza y bebiendo champaña francés; todos, absolutamente todos los afiliados al PP de Andalucía viven así.

Dos, el miedo. El PSOE no os quitara las pensiones, ya, ya, sí, el PP gobernó y no lo hizo pero fue porque era la primera vez, que si vuelven, abuelo, abuela, que os quedáis sin nada de nada, que hasta os echan a la calle.

Tres, el no pasa nada. Hay paro pero no pasa nada, ya subirá el PSOE las prestaciones y seguiremos disfrutando de este sol y de esta calidad de vida, que, os repito, no pasa nada frente a esos alarmistas, aguafiestas, aburridos del PP que no hacen más que hablar de competencia, excelencia, productividad y otras sandeces por el estilo.

Cuatro, que si el PP gana despedirá a los cuatro o cinco que tengan trabajo en el momento en el que se celebren las elecciones.

Cinco, que es más agradable vivir en el nirvana de las palabras bonitas que enfrentarse a la realidad.

Seis, el PP es antiguo y polvoriento. Nosotros si que somos modernos con nuestra píldora y nuestro aborto.

SIETE, con mayúsculas, que las subvenciones y los pesebres seguirán por los siglos de los siglos, que esto es un régimen, es que estos tontos del PP se creen que es una democracia.

OCHO, la SIETE

NUEVE, la SIETE

DIEZ, la SIETE y no sigo…

El aguerrido presidente afirma sin conmoverse que el PSOE, con él a la cabeza, no ha mentido nunca, jamás ha ocultado sus responsabilidades; mientras, Carmen Chacón se esconde en un búnker que para eso es ministra de Defensa y que dé la cara la vice que manda mucho y que es como un muñeco de feria al que le tiran pelotas, a ella le da igual, como es delgada y elástica y tiene una mala uva que ni te cuento.

El público enfervorizado se cree en el fragor del entusiasmo que, en efecto, Rodríguez ha venido para traer a Andalucía el regalo de la recuperación económica, Griñán, más bien severo en el gesto y pedante, como siempre, en las palabras le sigue sumiso y obediente.

Ya lo sabéis, en Andalucía no hay brotes verdes, ha bosques de hoja perenne, sois los primeros, los mejores, los únicos, va memorizando Rodríguez de la chuleta por si falta hiciere seguir con el embeleco.

¡Cobarde!

Insultar está feo, muy feo, y no por ello el insulto deja de ser uno de los constituyentes más expresivos del idioma; claro está que insultar a lo tonto y a lo loco es una cosa y otra, muy diferente, insultar bien, haciendo todo el daño posible que es el fin último del insulto. Este segundo tipo de insulto es muy escaso, exige inteligencia y recursos de ironía y humor. Insultar en política está feo, muy feo, y no por ello la turbamulta, no demasiada en honor a la verdad, se lanzó a poner a parir al PP en Benalmádena en el pleno en el que se sustanciaba la moción de censura. Eran insultos primarios, toscos, aprendidos en poco tiempo, de fracaso escolar, redundantes, con Franco, siempre Franco, como recurso; en fin, unos insultos pedestres que no merecen el calificativo de tales, mejor, hay que considerarlos eructos, palabra con similitud fonética.

El insulto es un recurso y el lenguaje no puede abdicar de sus mecanismos más rentables como es el caso. Hoy no se insulta bien, nada bien. En la tradición parlamentaria española hubo épocas donde las señorías se ponían como chupa de dómine con sin igual gracejo y conocimiento del español, eran los parlamentos del XIX, de la Restauración y de la República. Se dirá que no hay tradición reciente, no tanto, no tanto, llevamos más de treinta años de democracia y se sigue sin hacerlo medianamente bien y es que la oratoria parlamentaria no levanta cabeza, la culpa, ya se sabe, de Franco.

De entrada existe un lugar común, la izquierda no insulta, es pacífica, es suave, es inteligente, razona, dialoga, medita, es culta; la derecha es cerril, ignorante, gritona, arriscada, cavernícola; este tópico se repite y se repite en los medios de comunicación. Ni lo uno ni lo otro. Los políticos se enfrentan y no pasa nada, absolutamente nada por dar color al idioma. Si alguien llama podrido al escándalo de la Plataforma Digital de la Música Andaluza por haber favorecido descaradamente a una empresa, uno de cuyos propietarios, hasta muy poco antes de recibir el regalo, era, quizás lo siga siendo, pareja de la Directora General del tema que me ocupa, cosa que no me importa lo más mínimo en lo personal, es, ponga aquí el lector cualquiera de los calificativos que enumeré arriba; pues no, nos encontramos con hechos probados que, políticamente, huelen a podrido y me quedo corto. Eso no es insultar es llamar las cosas con algunos de los nombres que se pueden usar.

El victimismo se da muy bien a la izquierda, se llamaba Bambi cuando llegó con sus ojos claros y sorprendidos, abrazado a un muñeco de peluche llamado Talante, llevaba años acumulando rencor, sentado en el escaño, sin hablar, sin chistar, esperando la ocasión de acabar con los suyos y con los del contrario. Mucha gente lo sigue viendo así, un Bambi inocente, frente a un señor con barba que les parece Zeus capitolino. El PP, por aquello de uno de sus complejos, rebaja la crítica y la rebaja y la rebaja hasta hacerla saldo inane. Mira que no escarmientan. Lo políticamente correcto es poner la mejilla hasta que te la partan y sangre.

La izquierda populista de Rodríguez no va por ahí. Insultan cuando les viene en gana para gozo de sus secuaces. Si se afirma, con los datos en la mano, que Rodríguez tiene sus modelos en Chavez, en Evo, en la momia laica de Fidel, en Colom, bajo capa de Obama, es insultar y ponga el lector el calificativo que mejor le venga de la lista anterior. No lo es, estamos ante una evidencia. Si llamo a Rodríguez iluminado es porque creo que ese significado le corresponde con propiedad total, un iluminado muy peligroso que sabe vender poco pan para hoy y mucha hambre para mañana, ese futuro del que nos sacarán los demás porque aquí, en el reino de taifas, hay más quietos que parados.

¡Cobarde! grito Rodríguez en el calor del mitin, cuando todos los sudores y olores se hacían esencia de fundamentalismo. ¡Cobarde! gritó el valiente parapetado entre los suyos. Los grados aumentaban por segundos y la carnaza lanzada a la arena de las mentes vacías retumbó como un trueno. Eso no es insultar, eso es nada, una broma. El charlatán se sintió importante entre los rugidos. Ya se sabe que la izquierda no insulta, que es culta, tolerante, amistosa…

Medidas económicas

Carmen Calvo, que fue ministra de cultura y nos dio anécdotas gloriosas como la de confundir el “dixit” latino con los ratoncitos de los dibujos animados, afirmó con contundencia que “el dinero público no es de nadie” y se quedó tan fresca después de decirlo. La frase refleja con claridad la manera de entender las inversiones públicas por parte del PSOE en particular y la acción de gobierno en general. En Andalucía tenemos el sangrante caso San Telmo que es una vergüenza política y económica desde cualquier punto de vista. La faraónica obra para mayor gloria de Chaves y de Griñán; no sé si saben que las obras dependen de Economía y no de Cultura como parece lógico y Griñán era consejero de este ramo hasta que lo eligió el parlamento como presidente. San Telmo es un monumento al despilfarro y a la inutilidad, ...

...no es otra cosa que un ejercicio de megalomanía propio de las taifas más atrasadas, en eso Andalucía no cabe duda de que está de las primeras; lo anterior no quiere decir que no se tuvieran que hacer las necesarias obras de restauración de la parte monumental pero no este nuevo Escorial.

Viene a cuento lo anterior para dar cuenta de una noticia que, en los tiempos que corren, supone una verdadera afrenta a tantos miles de españoles y, claro está, andaluces que no tienen nada, ni el subsidio de paro. He leído con estupor que la vice, la de verdad, María Teresa, se ha gastado diez millones de euros, más de dos mil millones de pesetas en ropa, pensé de inmediato, porque la cifra no puede ir muy lejos, pero no, no es de fondo de armario de lo que hablamos, se trata de unas “obrillas” en la Moncloa. A esta señora que tiene un gusto especial por ir a África para bailar con las aborígenes no le importa gastarse 63.800 euros en cambiar el mobiliario de su despacho. Sí, he dicho 63.800 euros. Esta claro que los muebles que había fueron destruidos por un feroz huracán o, mejor, no eran lo bastante para esta señora tan anoréxica cuanto postmoderna. Estos muebles no me gustan nada, que los cambien gritó con la misma determinación del personaje de “Alicia”: ¡Qué les corten la cabeza!, pues eso, que les corten la cabeza, a los muebles, insisto, ya que no puede conseguir que se la corten a la oposición.

Sentada en su nuevo y remozado despacho, la “apóstola” de los pobres, vamos a darle gusto a esta línea de feministas radicales y trasnochadas dándole una patada al idioma, dispone que se instale una nueva climatización que ha costado la tontada de 509.000 euros. Así se está mejor para ver crecer desde el ventanal los “brotes verdes” de la recuperación económica que está aquí aunque la derecha no quiera verlo; por eso, como ya está aquí vamos a gastar a manos llenas y que el que venga detrás que arree. No les importa endeudar al país por años, tampoco que el sistema de pensiones corra riesgos ni que el paro siga galopando.

El mecanismo es sencillo, a seguir dando subsidios y a esperar que alguien nos saque del pozo, da igual, alguien y mejor Obama con el que nos sentimos muy identificados. Verá, señora, la política es una noble actividad al servicio de los ciudadanos. No, de ninguna manera, la política, apostilla la vice, la de verdad, es el ejercicio omnímodo del poder para siempre. Oiga, que eso no es muy democrático. No importa que lo sea, lo que importa es el siempre, el siempre, el destino eterno de los triunfadores. Nada importa, todo vale para mayor gloria de Rodríguez y su banda.

Claro que para conseguir tan loable propósito hay que conocer muy bien los tiempos y los mensajes, hay que sacar pecho y hay que reconocer que lo anterior lo hacen como nadie. Nada de principios, nada de ética, el poder, su erótica, el placer de mandar, de ahormar las voluntades, de educar en el pensamiento único, el mío; ahora, eso sí, desde esta inmensa habitación redecorada por quien se cree que tiene tanto gusto, el gusto es suyo y el disgusto de más de cuatro millones de parados.

El fracaso universitario

El título genérico de este artículo me obliga a acotarlo porque el tema da para mucho, para muchísimo, y no son necesarios grandes estudios de campo y sesudos modelos teóricos para afirmar que la tasa de fracaso universitario de España oscila entre un 30 y un 50 por ciento y este dato es terrible; ya sé, ya sé que no es políticamente correcto utilizar palabras que se puedan tildar de catastrofistas; sería mejor decir que no es un dato satisfactorio, que, incluso, llega a ser preocupante, pero sin pasarse y, sobre todo, se afirmará que es una horquilla demasiado amplia, vale, acepto pulpo como animal de compañía, pero aunque fuera “sólo” de un 30 por ciento ya sería terrible.

Es mentir seguir utilizando calificativos que no se corresponden en absoluto con la realidad. Toda mi vida dedicada a la enseñanza en sus diferentes niveles y muy especialmente en la universidad me dan una cierta autoridad, por favor, no use tampoco esta palabra, está desprestigiada y no existe en el diccionario progre. Me da exactamente igual. Lo repito, me da cierta autoridad, siquiera empírica, para volver a afirmar que el fracaso universitario es terrible y es uno de los índices que muestra la situación general de la universidad que no es distinta de la deteriorada situación general.

Se llega a evaluar el coste de este fracaso en un 0.75 del PIB. El problema está ahí y las causas son diversas. No vale echar la culpa a otros pero es necesario desmontar algunas afirmaciones que se repiten como verdades cuando no lo son. Se acepta en el pensamiento único como un axioma que las últimas generaciones son las “mejor preparadas” de toda la historia. Seguramente son las que han tenido más facilidades y medios para formarse pero no son las mejores preparadas ni de lejos porque desde hace muchos años, más de treinta, las bases conceptuales de todo el sistema educativo son erróneas.

Por una cuestión puramente cronológica asistí al cambio de modelo educativo. Los pedagogos tomaron el poder en los despachos y desde allí con la comodidad de no bregar con el alumnado se dispusieron a dictar normas y principios que los maestros y profesores se dispusieron a aplicar con la mejor voluntad. No faltó idealismo en muchos profesionales que siguen con el reloj parado y defendiendo lo indefendible pero, claro, renunciar a estos principios es reconocer el fracaso de toda una vida.

Las bases se pueden resumir grosso modo en estas afirmaciones: nada de imposiciones, nada de disciplina, el alumnado es tu “colega”, tu “amigo”, que cada uno progrese según sus capacidades y sus deseos, los contenidos y la memoria son antiguallas de otro tiempo, la escuela y el instituto es un espacio para el “buen rollito”, etc. No es menester seguir. Como un castillo de naipes se vino abajo un modelo educativo que no era perfecto ni mucho menos pero que no era deleznable porque sí.

Como casi siempre, con retraso pero con pedante rimbombancia, se copió de lo que fracasaba en otros lugares. Entrando en mi campo, la enseñanza de la lengua española se llenó de términos vanos, confusos, se abandonó algo tan sencillo como aprender bien, insisto, bien, a leer, a escribir y, lo más importante, a comprender y a expresarse de manera adecuada y correcta, otras palabras que están estigmatizadas. Sin estos instrumentos básicos todo aprendizaje es vano; a la eliminación de los contenidos se unió los “experimentos” autonómicos de manera que no se tiene eso que se llamaba “cultura general”. Como ven son observaciones sencillas pero que nadie podrá negar a la vista de los resultados.

Destruida la primaria tocaba hacer lo mismo con el bachillerato que es la columna vertebral del sistema, una mala primaria lleva a un mal bachillerato y este conduce a una entrada penosa en la universidad que, por supuesto, no se libre de culpa ni mucho menos. Para curar una enfermedad lo primero que hay que hacer es reconocer que existe; en la práctica ese reconocimiento, previo a poner remedio, no se ha hecho. Claro está que el mecanismo no es inocente. Una sociedad sin preparación, una sociedad donde la educación no es la absoluta y más importante prioridad se parece mucho a un rebaño fácil de conducir. Continuará, no sé cuándo, pero continuará.