El Pudor

Las palabras crean el mundo, las palabras son vida y como tal evolucionan y se transforman, aparecen y desaparecen. La vida de las palabras es apasionante; así sucede con la que me ocupa. Pudor procede del latín “pudor” y significa honestidad, modestia y recato, palabras que no están muy de moda aunque son imprescindibles, sobre todo la primera. Mucha honestidad hace falta en la vida pública que la privada es de cada cual. En otros tiempos se usaba pudor del latín “putor” con el sentido de mal olor, de hedor. Los lectores se asombrarán de estos significados tan opuestos pero el lenguaje es exactamente así, una sorpresa permanente.
Estos sentidos negativos son los que recupero para referirme a la esperpéntica sesión del Senado en la que se ha dado vía libre al estudio de la posibilidad de usar las lenguas cooficiales de las regiones en la llamada cámara alta aunque el adjetivo suena más bien a eufemismo o broma.
Uno de los problemas de mirarse el ombligo es que se llega a su profundo conocimiento pero se es un ignorante respecto a los otros ombligos; en España nos estamos cociendo a fuego lento porque algunos sólo se distraen con la meditación sobre la metafísica del ombligo de la ignorancia, chapoteamos en el analfabetismo funcional que impide la crítica con conocimiento y, en definitiva, la libertad, el bien preciado cervantino.
Viene a cuento lo del ombligo porque desde otros lugares muy lejanos en el espacio y muy próximos a mi corazón me preguntan ilustres colegas sobre algo que les deja perplejos y entristecidos, la pregunta es qué sucede con la lengua española en su solar originario, en España. Me sonroja explicarles que el sectarismo de unos politicastros pone multas a aquellos comerciantes que no rotulan en catalán, que no hay libertad para escolarizar a quien lo desee en la única lengua oficial de la nación, el español, que se coacciona a quien defiende la lengua común. Situaciones dramáticas y ridículas, vergonzosas en todos los casos, me obligan a explicar a hispanistas de todo el mundo la persecución que padece el español a manos de nuevos inquisidores, a manos de minorías que hacen valer sus votos para obligar al gobierno a hacer lo que a ellos les viene en gana en cada momento.
Una senadora, famosa por su correctísimo uso del idioma, un espejo en el que mirarse, un pasmo de inteligencia y de oratoria, baste señalar que para mejorar los valores expresivos de las palabras usa “contradecido” –hasta el corrector ortográfico del ordenador ha reaccionado y una línea roja se ha instalado debajo de la palabra- frente a esos carcas del idioma que afirmamos que “contradecido” es un error garrafal, un vulgarismo que muestra y demuestra la vulgaridad de la oradora; pues bien, esa senadora acaricia sonriente la cara de un tal Bofill que es el proponente de la medida por la que todos los senadores que, supongo, conocen el español, se pondrán auriculares, si prospera, ojalá que no, para que les traduzcan lo que se dice desde la tribuna; quizás, más valdría regalar tapones para los oídos porque para la mayoría de las cosas que se oyen por parte de muchos padres de la patria, mejor el silencio.
La senadora se lanza sin pudor, con el primer significado que utilizo, a ¿hablar? en gallego, vasco y valenciano para llegar a pudor con el segundo sentido. No le falta audacia, la de los ignorantes y su ignorancia es oceánica. El esperpento está servido y llega a superar a algunos de don Ramón, senadora, sí, Valle Inclán, que no sabe quién es, no importa, usted siga en los suyo que tiene un gran futuro por delante si se lo permite una ministra, que ambas sois risible caricatura de lo que debe ser un político.
La Constitución, no sé si vale la pena citarla porque está hecha unos zorros, establece de manera clara que la única lengua que es obligatorio conocer y usar en toda España es el español; las otras lenguas tan queridas y respetadas por el que esto escribe son cooficiales en sus respectivas zonas geográficas. Las cámaras representan la soberanía nacional y no hay que olvidar que la nación es una y no estamos en un estado plurinacional. El tal Bofill llena su andorga con la ingesta de sus bastardos intereses, hay que vivir y, si es posible, de la mejor manera. Odia a todo lo que suene a español empezando por la lengua pero no hace ascos a vivir del presupuesto, ya se sabe, todo es relativo.
Es perfectamente legal que se usen las lenguas cooficiales en los parlamentos regionales. Es perfectamente indecente y pudoroso en el segundo significado, traer este tema para abrir un frente de opiniones encontradas con el objetivo de distraer del verdadero problema, la crisis, mejor dicho, las crisis. Provocar con el idioma suele dar buen resultado porque la verdadera patria es la lengua aunque muchos sean conversos en un español que apenas balbucean.Pese a quien pese el español goza de una excelente salud, la unidad del idioma está garantizada y el Senado hará el más espantoso de los ridículos, además de la ilegalidad en la que caerá, cuando en sus escaños se traduzca lo que se entiende perfectamente; por otra parte, puestos a ser justos con la variedad lingüística también deben incluirse el bable, el riojano, el aragonés, el panocho y otras que se pueden añadir. Los únicos que saldrán beneficiados son los traductores, el presupuesto, a sufrir.